
La entrañable historia de Bambi continúa en esta emotiva secuela, retomando la narrativa justo después del momento más trágico del clásico de Disney: la pérdida de su madre a manos de los cazadores. Ahora solo, el pequeño cervatillo debe enfrentarse al reto de crecer en un mundo que, de pronto, se ha vuelto más frío y complejo. Sin embargo, no está completamente solo. Su padre, el Gran Príncipe del Bosque, asume la responsabilidad de cuidarlo, a pesar de no estar acostumbrado a la cercanía emocional ni a la vida con un hijo pequeño.
Esta nueva etapa en la vida de Bambi está marcada por la adaptación, el aprendizaje y el descubrimiento de lo que significa ser fuerte, no solo físicamente, sino también de corazón. Su padre, una figura imponente y distante, también inicia un camino de transformación. Aunque su instinto siempre ha sido proteger al bosque desde la distancia, ahora debe aprender a ser guía, ejemplo y refugio para su hijo. Esta evolución mutua es el centro emocional de la historia.
La película combina momentos conmovedores con toques de humor y ternura, gracias a los entrañables amigos de Bambi: Tambor, Flor y Felín. Con su compañía, el joven cervatillo no solo encuentra apoyo, sino también motivos para sonreír y seguir adelante. Estos personajes secundarios aportan calidez y ligereza, manteniendo el espíritu del filme original.
Visualmente, la película conserva la belleza natural que caracterizó al clásico de 1942, con paisajes llenos de vida, estaciones que marcan el paso del tiempo y una animación cuidada que refuerza la emotividad de cada escena. Pero más allá de lo estético, la historia toca fibras profundas: habla del dolor de una pérdida, pero también del poder de sanar a través del amor, la paciencia y el tiempo.