En un mundo oculto de la mirada del resto de la humanidad, existe una realidad sombría donde las sombras del poder y el miedo se entrelazan. En este universo, Azrael es una joven cuya vida ha estado marcada por la opresión y el control de unos líderes despiadados. Desde su nacimiento, su existencia ha estado restringida a los confines de un encierro, una vida de sumisión bajo un régimen que parece ser imparable.
Sin embargo, Azrael logra escapar de su confinamiento, una hazaña que la convierte en una fugitiva. Su huida, aunque breve, desata una persecución implacable. Alguien, más devota que temerosa, le sigue los pasos incansablemente. Esta figura, que parece actuar en nombre de una causa desconocida, no descansará hasta devolver a Azrael al lugar de donde escapó. Su misión es clara: la joven no puede ser libre, pues su destino está entrelazado con un mal ancestral que duerme en lo más profundo de las tierras salvajes.
La verdad es que Azrael no es una simple prisionera. Es la clave de un antiguo ritual que debe cumplirse para evitar que el mal que yace en esas tierras resurja y destruya todo a su paso. Los líderes que la apresan, personas sin escrúpulos, la ven solo como un medio para conseguir su propósito: apaciguar una fuerza oscura que amenaza con desatar el caos sobre el mundo. En este contexto, su sacrificio se convierte en la única solución, aunque su humanidad y sufrimiento son sacrificados sin consideración.
El sacrificio de Azrael no solo es un acto de horror, sino también un reflejo de la lucha por el poder, el control y el miedo a lo desconocido. A medida que la historia avanza, se revela la compleja relación entre la joven y su destino, y el conflicto entre la libertad y el destino impuesto por aquellos que creen tener el control sobre lo que ocurre en el mundo. Azrael, una joven cuya existencia estaba destinada a ser olvidada, se convierte en el epicentro de un conflicto que podría cambiarlo todo.