
En los últimos y caóticos días de la Segunda Guerra Mundial, mientras el Tercer Reich comenzaba a desmoronarse, los nazis llevaron a cabo una última y desesperada operación: ocultar en algún rincón remoto del planeta el oro saqueado de diversos países europeos. Según informes secretos desclasificados décadas después, una enorme cantidad de este botín fue trasladada al desierto del Sáhara. La operación, liderada por el general alemán Von Katterling, fue ejecutada con extrema confidencialidad. Von Katterling encomendó la misión a su ayudante personal y a un grupo selecto de dieciocho soldados. Después de adentrarse en las vastas y peligrosas arenas del desierto, todos ellos desaparecieron sin dejar rastro, llevándose consigo el secreto de la ubicación del tesoro.
Durante años, esta historia fue considerada una leyenda militar, un mito más entre los tantos que rodean el final del régimen nazi. Sin embargo, documentos recientemente encontrados y corroborados por fuentes internacionales apuntan a la veracidad de la operación. La comunidad internacional, liderada por las Naciones Unidas, ha decidido tomar cartas en el asunto. La idea no es solo recuperar el oro como símbolo de justicia histórica, sino también utilizarlo para financiar proyectos humanitarios a gran escala en diversas partes del mundo, especialmente en zonas afectadas por la guerra y la pobreza extrema.