
En noviembre de 1979, la embajada de Estados Unidos en Irán fue tomada por militantes iraníes, desencadenando una crisis de rehenes que duraría 444 días. En medio del caos, seis diplomáticos lograron escapar antes de ser capturados y se refugiaron en la residencia del embajador canadiense en Teherán. Con el país en un estado de máxima alerta, la posibilidad de sacarlos sin ser descubiertos parecía remota.
Para resolver la crisis, la CIA ideó un plan ingenioso y sin precedentes. Tony Mendez, un agente experto en operaciones encubiertas, propuso una audaz estrategia: ingresar a Irán bajo la identidad de un productor de Hollywood y hacer pasar a los diplomáticos como miembros de su equipo de filmación. Para ello, se creó un falso estudio de cine con sede en Los Ángeles y se desarrolló un proyecto cinematográfico realista titulado Argo, una supuesta película de ciencia ficción. Se imprimieron carteles, se redactó un guion detallado e incluso se promocionó en revistas de la industria, todo con el objetivo de hacer creíble la fachada.
Mendez voló a Teherán con documentos falsificados y se reunió con los seis estadounidenses para entrenarlos en sus nuevas identidades. Cada uno asumió un papel dentro del equipo de producción, memorizando detalles clave sobre la película y su supuesta misión en Irán. Con pasaportes canadienses proporcionados por el gobierno de Canadá y una coartada meticulosamente elaborada, el grupo se dirigió al aeropuerto de Mehrabad.
El momento del escape fue tenso. En el aeropuerto, las fuerzas de seguridad iraníes los sometieron a un minucioso interrogatorio. Sin embargo, gracias a la sólida preparación y al aplomo del equipo, lograron superar los controles y abordar un vuelo con destino a Suiza. Una vez en suelo seguro, la misión fue considerada un éxito rotundo.