En la recta final del juego, las tensiones entre los finalistas aumentan de manera considerable. La desconfianza y el descontento se apoderan de ellos, mientras comienzan a sospechar que algo no es lo que parece. El ambiente, previamente lleno de alianzas y estrategias, se vuelve cada vez más hostil. Los participantes se sienten atrapados, no solo por las pruebas físicas y psicológicas a las que han sido sometidos, sino también por el creciente sentimiento de que las reglas del juego están siendo manipuladas en su contra.
En este escenario de incertidumbre y miedo, Jun-ho, uno de los finalistas, toma una decisión radical. Impulsado por la sospecha de que el juego es una farsa, decide escapar. A medida que huye, su objetivo se convierte en desvelar la verdad que ha permanecido oculta hasta ese momento: los secretos fraudulentos que podrían destruir todo lo que el juego ha representado. Jun-ho no solo busca salvarse a sí mismo, sino también exponer la corrupción y las mentiras que han manipulado el destino de los participantes desde el inicio.
Este acto de valentía no solo pone en riesgo su propia vida, sino que también amenaza con alterar el equilibrio precario entre los finalistas. A medida que avanza, Jun-ho se enfrenta a varios obstáculos, pero su determinación de revelar la verdad lo mantiene firme. En su huida, va descubriendo las sombrías realidades detrás del juego, mientras lucha por encontrar pruebas irrefutables que demuestren que todo ha sido manipulado desde las sombras.
El escape de Jun-ho representa un punto de quiebre en la narrativa, ya que pone en evidencia la corrupción del sistema que organiza el juego y deja entrever que la lucha de los finalistas no solo es por la supervivencia, sino por la justicia. Con cada paso que da, la tensión entre los jugadores crece, y el final del juego se acerca, pero con un giro inesperado en el horizonte. La última fase del juego promete no solo ser un desafío físico, sino una prueba de lealtad, moralidad y coraje.